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El faro de Sa Conillera, una luz en el horizonte de la bahía de Portmany

By 19 enero 2021 agosto 15th, 2022 No Comments

El horizonte de la bahía de Sant Antoni se caracteriza por la presencia del imponente islote de Sa Conillera, el segundo de mayores dimensiones del archipiélago pitiuso de todos los que se encuentran deshabitados, después de s’Espalmador. Su faro, situado en la parte más alta de la isla, está estrechamente vinculado a la historia de Sant Antoni y establece la entrada a la bahía de Portmany para los navegantes.

Los primeros moradores oficiales de sa Conillera fueron precisamente los fareros, aunque se dice que antes que ellos encontraron refugio en sus cuevas desde romanos a filibusteros norteafricanos, después de que sus barcas naufragaran entre los escollos. El topónimo “Conillera”, de hecho, no procede de los innumerables conejos que criaban entre sus rocas y que a menudo servían como alimento a los fareros, sino del latín cunicularia, que se refiere a un lugar con muchas cuevas y galerías. A menudo, antiquísimas ánforas han quedado atrapadas en las redes de los pescadores, mientras faenaban bajo los acantilados del islote.

Plano original del faro de Sa Conillera, obra del ingeniero Emilio Pou. Imagen: farsdebalears.com

La construcción del faro se aprobó a mediados del siglo XIX. Los planos son obra del ingeniero Emilio Pou, en 1855, y las obras comenzaron el 1 de diciembre de ese mismo año, con la creación de un camino de 400 metros que unía la playa de Sa Salvadora, en la Estanci de Dins, donde se descargaban todos los materiales, con la cima del Cap Blanc, el punto más elevado del extremo norte del islote, a más de 60 metros sobre el nivel del mar.

El islote tiene la forma de un reloj de arena retorcido y la Estanci de Dins es una de las dos bahías que dan forma a su litoral, mirando hacia la Torre d’en Rovira y la costa de Ses Roques Males. Originariamente, el faro constaba de una torre circular de 16 metros de altura, con una linterna de tres metros de diámetro, sobre un edificio también redondo como base, donde se situaban las alcobas de los fareros y las instalaciones necesarias para el servicio. La inauguración tuvo lugar el 19 de noviembre de 1857 y fue dotado con una óptica de segundo orden fabricada por la casa Henry Lepaute, con una apariencia luminosa de eclipses y destellos prolongados de 60 en 60 segundos. Como combustible se empleaba aceite de oliva.

Así era el faro antiguamente. Foto: farsdebalears.com

Las viviendas de los funcionarios allí destinados resultaron tan insuficientes que, en 1908, se ampliaron acoplando dos cubos paralelos a un lado y a otro de la planta circular, dejando capacidad para hasta tres fareros y sus familias. Muchos de ellos criaron allí a sus hijos, asumiendo los propios padres su enseñanza. Prácticamente pasaban allí todo el año, salvo durante las vacaciones navideñas y con motivo de algún permiso especial. En 1928 se sustituyó el sistema óptico, acoplando un nuevo juego de lentes giratorias sobre flotador de mercurio.

Los fareros recibían víveres, combustible y recambios dos veces a la semana gracias a la barca de Obras Públicas, que permanecía amarrada en el muelle de pescadores del puerto de Sant Antoni, siempre disponible para responder a cualquier emergencia. Los fareros, en caso de que se produjera, avisaban mediante señales con espejos o de humo durante el día, y encendiendo hogueras por la noche. Una vez llegaban al islote, las provisiones se cargaban en un carromato que había que empujar hasta el faro.

El islote volvió a quedar deshabitado en 1971, cuando se cambió nuevamente la instalación óptico luminosa por otra de gas acetileno, automatizándose además el faro. Hoy lanza un grupo de cuatro destellos blancos cada veinte segundos y tiene un alcance de 18 millas náuticas. Su luz acompaña las noches de Sant Antoni desde hace más de siglo y medio.