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Pepe Roselló: “El puerto de Sant Antoni debería quedar para un uso recreativo, deportivo y turístico, sin la presencia de grandes ferris ni cruceros”

By 8 julio 2020 agosto 15th, 2022 No Comments

Con esta entrevista al carismático empresario Pepe Roselló (Sant Antoni de Portmany, 1936), la iniciativa Salvem Sa Badia de Portmany inicia una serie de encuentros con grandes personalidades vinculadas a nuestro entorno. El objetivo es hacer inventario, a través de su memoria y visión, sobre los cambios que ha experimentado la bahía y reflexionar sobre qué caminos debería tomar ésta en el futuro.

Roselló es profesor mercantil universitario (Murcia, 1959) y además cursó estudios de hostelería en Basilea (Suiza), aunque todo el mundo le conoce por su faceta de empresario pionero y por apoyar innumerables causas sociales de manera altruista. En Sant Antoni fundó negocios emblemáticos como los restaurantes El Refugio, S’Olivar y El Rincón de Pepe, así como el Club de Jazz La Reja y las discotecas Playboy –llamada Capri en sus primeros tiempos– y Playboy 2. Su éxito más extraordinario, sin embargo, llegó en 1989, con la apertura de la mítica discoteca Space. La convirtió, hasta su cierre en 2016, en la sala de fiestas más laureada del mundo.

El empresario, además, fue concejal con los populares en el Ayuntamiento de Sant Antoni durante dos legislaturas, primero en 1970 y después en 1980. También es uno de los fundadores del Club Nàutic Sant Antoni y creó la Asociación de Empresarios de Salas de Fiestas y Discotecas de Ibiza y Formentera, que presidió durante más de 20 años.

Usted es una de las veinte personas que conforman el Comité Ciudadano del Plan Estratégico de Sant Antoni de Portmany, que el pasado enero aprobó casi por unanimidad que los ferris no volvieran a la bahía. ¿Por qué defendió esta idea?

En el año 1983 se produjo un grave accidente con el ‘Rolón Plata’, operado por la compañía Flebasa, que a las cinco de la madrugada abordó en la maniobra el pantalán número tres. El transporte marítimo del puerto ha sido históricamente un dolor de cabeza para el Ayuntamiento de Sant Antoni. No solo por este accidente, que pudo tener muy distintas consecuencias, sino por el ruido y las molestias que creaban los barcos con su transporte de mercancías y pasajeros.

Hay que tener en cuenta que la única salida del puerto pasa por el paseo y este tránsito desvirtuaba en exceso la ribera de una población turística, ya con mucha actividad portuaria por los barcos de tránsito de la bahía y de excursiones a la costa y las playas. Todo eso se mezclaba con la llegada de vehículos cargados de mercancías y coches con pasajeros, que generaban embotellamiento, ruidos y contaminación.

A eso hay que añadir que los barcos, cuando entran en el puerto, llegan a una velocidad y frecuencia que generan olas que rebotan en Es Pinet y Caló des Moro. Ocurre igual cuando giran poniendo los motores en retromarcha, lo que genera otra gran ola con fangos y barros que deriva hacia la playa y la zona portuaria situada al norte. También ocurre algo similar en la operación de atraque y partida, obstruyendo la bocana del puerto.

Las líneas marítimas que enlazan con la península y el resto de Baleares son un recurso imprescindible para la entrada y salida de mercancías y pasajeros, pero ha quedado demostrado que el puerto de Ibiza es suficiente para cubrir las necesidades de toda la isla. El puerto de Sant Antoni debería quedar para un uso recreativo, deportivo y turístico, sin la presencia de grandes ferris ni cruceros.

La bahía de Sant Antoni desde Cas Xilenos, que luego sería el Hotel de los Judíos y después el Hotel Arenal

Las cifras, de hecho, demuestran que sin ferris en Sant Antoni incluso han llegado más turistas a la isla por vía marítima y que la ocupación en los hoteles de la bahía incluso ha sido más alta. ¿Con qué argumentos pueden defender la vuelta de los ferris sus partidarios?

Pienso que hay una parte de la ciudadanía que está acostumbrada a esta actividad que se viene realizando desde hace tantos años, siempre discutida, y que nos enlaza con la península a través de Denia. Son favorables a que el puerto de Sant Antoni tenga una conexión alternativa al puerto de Ibiza.

¿Qué le falta y qué le sobra, a su juicio, a la bahía de Sant Antoni?

Ante todo le falta saneamiento, agua depurada, que no se produzcan vertidos tan escandalosos como los que pudimos ver en el documento que se presentó en la Asamblea del Club Nàutic Sant Antoni, con puntos de aguas negras que parecen erupciones volcánicas submarinas. Es una vergüenza que el agua que todos pagamos a través del recibo del suministro, que debería tratarse para que quedara limpia e inocua, acabé en el mar en estas condiciones. Preferimos no verlo, pero todos sabemos lo que está ocurriendo en la bahía.

En cuanto a lo que le sobra, yo diría que ruido y actividades diurnas que rompen la armonía de los tiempos, con un desfase horario que altera y modifica el comportamiento cívico de la gente joven. Estas actividades, por el ruido y las molestias que generan, son incompatibles con el normal funcionamiento del recinto portuario y con el medio ambiente.

La Bolera, en los años 40. Estaba situada justo antes de la playa de S’Arenal

Usted ha vivido la mayor parte de su vida en Sant Antoni y cada día se levanta contemplando la bahía. ¿Qué representa para usted?

La bahía es el paisaje de mi infancia y de prácticamente toda mi vida. Al igual que nos ocurre a todos los que somos de Sant Antoni, me siento conectado a ella.

Hay que subrayar que la bahía era inicialmente un puerto natural, con arenales blancos en todos los rincones en los que la naturaleza se expresaba. Fue el Portus Magnus que ilustra las cartografías marinas y una parte esencial en la defensa de la población, con una iglesia con dos cañones apuntando al oeste, en conexión con la Torre d’en Rovira. Ésta y los otros baluartes defensivos que dan la vuelta a la isla establecían un anillo de seguridad de 360 grados. Antes, fenicios, romanos, cartagineses, musulmanes y finalmente catalanes y mallorquines aportaron una identidad cultural a una Ibiza que, durante tantos siglos, ha sobrevivido a todas las guerras y que en nuestros recuerdos podemos referenciar.

Ha visto cambiar por completo la bahía. ¿Cómo era antes de la llegada del turismo?

La bahía representaba la salida a pescar o a navegar, y siempre la espera de la vuelta a casa. Era un mundo que oscilaba alrededor de la pesca, la vela, el motor y la ‘balandreta’ de obras públicas que servía alimento y combustible a los faros de Sa Conillera, Ses Bledes y Es Vedrà.

La bahía de mi niñez también eran baños en la playa de S’Arenal y beber agua dulce en el manantial que brotaba en medio del mar frente al Hotel Ses Savines. O es ‘riuet’ junto al Palacio Riquer, posteriormente derruido para la construcción del edificio Portus Magnus, donde limpiábamos los pulpos antes de llevarlos a casa, y las barcas varadas en seco en la playa detrás del muelle. La bahía era la puerta de salida al sol y al mar, y la vuelta a casa acompañado por el Faro de Ses Coves Blanques.

A la altura del Hotel Portmany, detrás del muelle de pescadores y mediante un juego de poleas, se varaban los llaüts sobre la arena, para repararlos, calafatearlos y pintarlos. También se le cambiaba la soleta, una pieza de madera que se colocaba bajo la quilla y que era la protección de la armadura del barco. Recuerdo que incluso se aprovechaban las monedas de dos canets de cobre para hacer remaches. Era el único material que resistía la oxidación del mar.

También estaba el torrente de Es Regueró, donde cuando había grandes lluvias y bajaba el “agua roja” íbamos a pescar anguilas con cebo, sedal y un buen anzuelo. El vell Vicent Musón, que aparece en alguna postal antigua pescando con su gambaner sobre la posidonia, vendía gamba viva en botes con serrín a seis canets, que adquiríamos para pescar al volantín. Era una persona entrañable que siempre andaba con los pantalones arremangados y que además pescaba palometas con lisas vivas.

Postal antigua en la que aparece Vicent Musón, cogiendo gambas en la bahía

En el muelle pesquero antiguo, refugio de marineros, éstos extendían sus redes para secarlas y repararlas. Las bonitoleres de malla más gruesa y los tunaires se desplegaban sobre el muelle de ‘Sa Riba’, que iba del Bar Escandell al Hotel Portmany, y también en la calle Sant Mateu, que fue empedrada con losas de Sa Galera. En invierno, ya secas y reparadas, se guardaban en el almacén de la casa de mi tío Francisco Marí Llacer, Xico des Currué, que estaba situado frente a lo que hoy es El Rincón de Pepe.

En las rocas que había donde ahora se ubica el club náutico existían dos depósitos que se calentaban con fuego de leña. Allí se teñían las redes con corteza de pino seca y triturada para darles consistencia y color. En una ocasión un cachalote quedó atrapado en el tunaire que había en Es Cap Blanc. Lo arrastraron hasta el puerto con el llaüt ‘Inés’ y lo subieron al muelle. Decidieron hacer aceite con su hígado en esos depósitos y acabaron originando una peste terrible que se extendió por todo el pueblo.

Había también embarcaciones que se utilizaban para transportar grava y arena. Los áridos se depositaban al final del muelle de los pescadores. A un lado los Escandell tenían sus montones y al otro los Vinyes lo mismo. Todo se descargaba a mano con cestas o palas y luego venían con carros de calaix a por estos materiales y vuelta a empezar. Los áridos se recogían en las playas y con pasarelas de madera se cargaban a bordo. Cuando estos áridos no se lavaban y, por tanto, se usaban salados, acababan oxidando el hierro de las estructuras. Recuerdo también cuando se empezaron a construir hoteles y en la zona de Ses Variades, junto a los cuarteles militares, se fabricaban las vigas pretensadas de Marsans. También a través de la bahía llegaron el cemento y el hierro, permitiendo forjados que cambiaron completamente el nuevo urbanismo.

Pepe Roselló, en los años 50, a bordo del llaüt ‘Inés’, con el que ya se organizaban excursiones turísticas por la costa

El único sitio donde podían abarloarse los barcos era frente al Tiburón. Había calado suficiente para barcos de ciento y pico toneladas. Mi abuelo tenía un almacén de abonos químicos donde hoy está El Refugio y los sacos que llegaban al puerto, que pesaban 100 kilos, se descargaban a mano con poleas y unas tenazas de hierro que los agarraban.

La ‘balandreta’ de obras públicas estaba fondeada al abrigo del muelle de pescadores, donde incluso había retrete, cuando no existía en muchas casas. Era una embarcación muy marinera, que navegaba a motor y vela y que transportaba gasoil y alimentos a los faros. Estaba siempre disponible para servicios de ayuda y seguridad, gobernada por su insigne patrón Josep Pujol y con su hermano Jaime de marinero. Mi tío Xico des Currué, hermano del fundador del Hotel Ses Savines y que además tuvo la concesión de sa Cova de ses Llagostas para almacenar marisco vivo, era el motorista y fue la persona que me enseñó a pescar, a remar y a hacer nudos. El punto de atraque en Sa Conillera se llamaba “La Estancia” y desde allí el petróleo y los alimentos para las familias que cuidaban del faro se transportaban en un carro pequeño con llantas de hierro. A mí me llevaban a veces para ayudarles a empujar.

Antes de convertirse en el farero de sa Conillera, Toni Ribas, que además era un gran pescador a pistola, era el patrón del ‘Inés’, que había evolucionado de llaüt de pesca a barca para excursiones. Llevábamos a los turistas a Cala Vedella, a Portinatx y a otros lugares, y luego yo les preparaba una paella con fuego de leña, como me había enseñado a hacer mi abuela. Con lo que Toni pescaba a pistola, lo preparábamos.

También es importante recordar que en Sant Antoni los mestres d’aixà construían embarcaciones en el varadero de la bahía. En los años veinte, antes de nacer yo, mi abuelo José Prats Colomar y Alfonso Ribas Piqué financiaron el mayor barco que se ha hecho nunca en Sant Antoni, el ‘Villa de San Antonio’, que tenía 24 metros de eslora. Por desgracia se incendió en el puerto de Vila, tras un primer viaje a Barcelona. Además de la embarcación, que no estaba asegurada, se perdió buena parte de la carga.

La Fonda Esmeralda y a continuación El Rincón de Pepe. En frente de estos se almacenaban las redes de pesca

¿Cómo evolucionó la bahía?

El gran cambio se produce con la creación del muelle nuevo, es Moll Nou, que es en realidad una obra gigantesca de protección al puerto. Lo que antes era un muelle de pescadores y refugio se transforma en un puerto de interés general, con mayor capacidad y garantía de seguridad. Recuerdo que el proyecto lo desarrolló la empresa Cuesta y Cano allá por los años 50. La cantera está en Sant Antoni, muy cerca del centro deportivo del Ayuntamiento de Sant Antoni, en Can Coix.

Esta inversión fue aprobada durante la dictadura por el ministro de Obras Públicas, el Conde de Valdellano, que era carlista al igual que mi abuelo, José Prats Colomar, alcalde de Sant Antoni desde 1936 a 1940, así que ambos compartían ideología política. El hecho de que el espigón cerrara las corrientes del puerto, que ruedan a la inversa de las agujas del reloj, hace sin embargo que el agua que las mareas impulsan al interior del puerto queden embalsadas en un rincón de la bahía con poco fondo, convirtiéndose en un caldo desagradable de agua estancada.

El dique nuevo en plena construcción. Esta era la barca que empleaban los buzos durante las obras (años 50)

A partir de aquí empieza el turismo. Es importante destacar que el Ayuntamiento de Sant Antoni de los años 50, con el alcalde Mariano Masiana al frente, fue un adelantado a su tiempo, ya que se convirtió en el primero de la isla en realizar una obra de alcantarillado y saneamiento, que iba desde Es Molí dando la vuelta por el puerto hasta Caló des Moro, donde discurrían las aguas residuales junto con las pluviales, aunque sin depurar. La depuradora llegó más tarde con el alcalde Alfonso Oya Simó, propietario del Hotel Marco Polo y de la sala de fiestas Isla Blanca. A partir de entonces, el agua se depuraba y después se vertía directamente al mar.

El solar donde se ubicó la primera depuradora lo cedió Ferrer de Monistrol, al que mandaron a la guerra alemana con la División Azul. Era un hombre muy devoto, considerado un héroe, al que condecoraron con la Cruz de Hierro. Cuando regresó a Sant Antoni le hicieron policía municipal y ponía multas a las mujeres extranjeras por atentar contra la moral, ya que llevaban el pantalón demasiado corto. Muchas eran francesas y llegaban para hacer turismo con el Club de los Argonautas. Como no había suficientes alojamientos, los repartían en habitaciones de casas particulares. Ese es el origen de algunas de las fondas y pensiones que fueron surgiendo en aquellos años.

La primera torre elevada en el centro urbano fue el Portus Magnus, con catorce pisos, y a continuación el Tanit, con un piso más. Así empezó la operación “Babilonia”, a la que también se sumó el Ali-Bey, en Ses Variades, y todos estos edificios altos que han asfixiado el Faro de Ses Coves Blanques, ahora museo y sala de exposiciones.

El dique, ya terminado (años 50). Al fondo, el camino por el que se trasladaron todos los materiales sin necesidad de atravesar el paseo

¿Cree que la bahía de Sant Antoni puede seguir siendo un activo de futuro?

Por supuesto. Sant Antoni es una puerta al mar y el puerto constituye su corazón. La autoridad portuaria balear necesariamente tendrá que reconvertirse en un agente de gestión social y abandonar tanto interés crematístico, para revertir la zona portuaria y que la población y sus actividades se vean reflejados en sus objetivos.

A ver si ceden la estación marítima, que no se usa, para crear una sala de conciertos, un teatro, una escuela de música o un centro multicultural gestionado por el Ayuntamiento que, en caso de necesidad, pueda ser reversible. Es algo que ya ha pasado, por ejemplo, en el puerto de Málaga.

Usted es uno de los fundadores del Club Nàutic Sant Antoni. ¿Cómo recuerda aquellos principios?

El Club Nàutic Sant Antoni constituye un ejemplo evidente de la fuerza que puede llegar a alcanzar una parte muy significada de la ciudadanía, cuando ésta se une, se reúne y realiza un acto fundacional masivo para un proyecto que todo el mundo entiende, quiere y sabe que no será fácil.

Mi hermano Vicente Roselló, ya fallecido, fue el gran promotor y gestor del proyecto, muy arropado por el delegado de Puertos, que entonces era Gonzalo García Garcimartín, con Rafael Soler como ingeniero jefe de Baleares, al que se concedió la medalla de Oro del club náutico como reconocimiento y gratitud. La reunión de aprobación se celebró el 31 de marzo de 1973 en los locales de la Deportiva Portmany. Recuerdo que también se insacularon los números y a mí me tocó el 83. Los fundadores de esta entidad fuimos más de 100 vecinos. Yo tuve el privilegio de ser el primer presidente y permanecí en el cargo 11 años.

El jefe del Estado incluso mandó un telegrama al club felicitando y agradeciendo su constitución. Cuando yo ya era el presidente, el Conde de Barcelona, abuelo del Rey Felipe VI, me mandó entrevistarme con el subsecretario de la Marina Mercante para gestionar la concesión del club náutico, que se obtuvo del Gobierno central, puesto que aún no se había hecho la transición política del 78.

El Club Nàutic Sant Antoni va teniendo un pasado, un presente y un futuro esperanzador, y como decía antes es un ejemplo de lo que puede lograr una población unida, remando todos en la misma dirección.

Turistas durante una excursión a bordo del ‘Inés’, en los años 50

¿Cómo le gustaría que fuera la bahía dentro de diez años?

Pienso que se debe abandonar la idea de convertir Sant Antoni en una nueva base para escala de cruceros e impedir que vuelvan a producirse esas masificaciones que ocurren con las llegadas y salidas rápidas de los ferris. El puerto debe quedar para actividades  náuticas deportivas y docentes. Tiene que ser un lugar de encuentro y refugio, para crear desde aquí una apertura al mar que conecte con la isla y sus encantos.

En este sentido, el club náutico está desarrollando una labor social y deportiva que ha culminado con excepcional éxito y reconocimiento. Hemos visto salir a deportistas de élite y se ha realizado una importante formación marinera en vela y remo. Ahora acude al desafío de mantener el puerto y la bahía limpios, con un agua de calidad, ecológicamente tratada, cuidando los vertidos y la contaminación. Es, para mí, el reto más importante de todos los que se le han presentado en su historia; el más difícil y también el más oportuno.

Me vienen a la memoria los estudios y experiencias del oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau (1910-1997), comandante del ‘Calypso’, cuyas expediciones por mares y océanos fomentaron la defensa del medio ambiente marino y el aprovechamiento de sus recursos. Entre sus documentales más célebres destacan “El mundo del silencio” (Le monde du silence, 1955) y “El mundo sin sol” (Le monde sans soleil, 1966), que todos deberíamos repasar de nuevo.

Al principio y al final, todos los problemas y soluciones giran alrededor del agua. Cómo se usa, cómo se trata, cómo se distribuye en forma de recurso y de qué manera se gestiona atendiendo al medioambiente. Es, sin duda, uno de los grandes retos de la humanidad y la bahía de Sant Antoni es un ejemplo más. Pero es el que más nos preocupa porque el futuro económico y la calidad de vida de vecinos y empresas dependen de ello.

Pepe Roselló y unos turistas, durante una excursión a la cueva de Cala Bassa