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Vicent Marí Prats: “Hay que evitar, cueste lo que cueste, que regresen los ferris al puerto de Sant Antoni”

By 19 agosto 2020 agosto 15th, 2022 No Comments

Tras la primera entrevista con el empresario Pepe Roselló, dedicamos este segundo encuentro con personalidades destacadas de la bahía de Portmany a uno de sus más ilustres ciudadanos: el hotelero y político Vicent Marí Prats (Sant Antoni, 1935), que se convirtió en el primer alcalde de Sant Antoni en democracia (1979-1982), liderando la Unión de Centro Democrático (UCD). Marí Prats, además, tiene una visión muy clara de la bahía y es un verdadero estudioso de su evolución geográfica e histórica.

La entrevista tiene lugar en el Hotel Bellamar, una de las propiedades de este empresario, situado tras la playa de Es Pouet. Nada más estacionar en el parking, ya se percibe su mentalidad pionera, pues todas las plazas están cubiertas por placas solares fotovoltaicas, destinadas a producir electricidad. Aún no pueden encontrarse en otros establecimientos. Marí Prats, asimismo, es hijo de Pep Marí Colomar, s’Estanyer, que fue el último alcalde republicano, hasta el estallido de la Guerra Civil, en 1936, y que posteriormente se convertiría en home bo, figura precursora del juez de paz, dirimiendo los conflictos que se producían entre los vecinos del pueblo.

Durante la conversación, Marí Prats aboga por una mejora rotunda de las infraestructuras sanitarias, por evitar la vuelta de ferris al puerto y por impedir el fondeo incontrolado que este verano vuelve a azotar la bahía.

Usted es un gran estudioso de la bahía y su evolución a lo largo de la historia. ¿Qué opina de la posible vuelta de los ferris y de la saturación que existe en el entorno portuario?

Si algo hay que evitar, cueste lo que cueste, es que regresen los ferris que traen pasajeros, coches y mercancías al puerto. Sant Antoni no puede soportar el movimiento de fango dentro de la bahía que estos buques provocan durante las maniobras y tampoco el tráfico que generan en el entorno del paseo. Sobre todo porque, en su día, el Ayuntamiento no proporcionó una salida hacia el norte para el tráfico rodado.

Otro problema terrible es la excesiva densidad de embarcaciones. La bahía tiene una capacidad limitada y hay que tener en cuenta que el club náutico, que funciona muy bien, ya proporciona amarre a más de 500 embarcaciones y los pantalanes de Ports IB acogen a otros cientos. Estos últimos, por cierto, se llevan todo el dinero que recaudan a Mallorca. A estas cifras hay que sumar los que fondean en mitad de la bahía de forma ilegal, que es un escándalo. Se dedican a hacer viajes clandestinos y hasta hacen de pensión, vertiendo todo al mar. Muchos fondean sobre posidonia, dañándola. Cuando yo era niño, donde ahora fondean estos barcos criaban los peces y hasta las anclotxes (nacras).

Además, sería urgente dragar la bahía porque sus profundidades son mínimas. A veces, en la playa de Es Pouet, puedes caminar 50 metros y el agua te llega por la rodilla y en S’Arenal ocurre algo parecido. Si hubiera más profundidad, el agua circularía mejor y no se levantaría esa capa de suciedad que ahora emerge cada vez que pasa un barco o los propios bañistas caminando.

El puerto, en todo caso, no se concibió de forma adecuada, pues el espigón, que en su momento criticaron mucho los pescadores, debería de hacerse hecho desde la punta des Gánguil, al principio de Ses Variades, apuntando hacia Punta Xinxó. De esta forma habría quedado a resguardo de los vientos de mistral (noroeste), que ahora constituyen su punto débil.

¿Ha cambiado mucho la bahía a lo largo de la historia?

Tiene poco que ver con cómo era en el pasado; incluso el más reciente. Basta con observar esta foto de los años treinta (se refiere a una imagen gigantesca que decora el salón principal del Hotel Bellamar), en la que aparece la payesa de Can Pere Marc. Yo he vivido una bahía así durante muchos años y he investigado sobre su pasado. Antaño era incluso mucho más grande que en esta imagen. Hay datos que señalan que la bahía llegada al camino general, que era la única entrada a Sant Antoni antes de la carretera de Vila. Cuando se hizo esta última hubo que desviar el torrente de Buscastell, que desembocaba entre el hotel Marco Polo y el edificio del Crédito Balear. El mar llegaba al campo de fútbol y la estación de autobuses. Hace miles de años incluso alcanzaba Can Guillamó, donde está la gasolinera.

Pienso que la torre de defensa que construyeron los fenicios, en el mismo lugar donde se asienta la de la iglesia, fue para defenderse de los romanos y debía situarse donde entonces se encontraba el puerto. Los fenicios habitaron en la zona de los feixetons, al norte del camino general, donde se han hallado restos. El cementerio de los fenicios, además, estaba a 100 metros del Hotel Bellamar, donde el arqueólogo Carlos Román hizo unas excavaciones entre 1907 y 1912. Siempre digo que mis hijos viven en un cementerio porque su casa ocupa ese lugar. Tras la excavación, mi bisabuelo Toni Frit, propietario de todo aquel bosque, hizo feixes (parcelas de cultivo) y las sembró de higueras y almendros. Las paredes se hicieron con las piedras de las tumbas fenicias, que luego se aprovecharon para hacer los cimientos de las casas.

Vicent Marí Prats, junto a una imagen de la bahía tomada en los años 30

¿Cómo recuerda la bahía de su infancia?

Cuando éramos niños nunca nos bañábamos en la playa, sino que siempre andábamos por el muelle, zascandileando entre los pescadores. Íbamos dos veces al día y éramos bastante gamberros. Nadábamos y luego nos secábamos al sol, porque no llevábamos toalla, sino tan solo un taparrabos. Junto al muelle había un fango fino y oscuro, que llamábamos “monopolio”. Cuando ya te habías secado, venía algún amigo y te manchaba con él, así que tenías que volver al agua para quitártelo y esperar otra vez a secarte. Al final llegabas tarde a casa para almorzar y te llevabas una regañina.

Nuestra niñez transcurría entre unos juegos que no existen. Salíamos a la mar y hacíamos regatas a remo con chalanas; y en los muelles jugábamos a barrabás, piola, camesroges, Sant Joan de les coses

Cuando tenía 12 o 13 años, me junté con Joan Petit e hicimos llençes (lienzas) y un palangró (palangrillo) de 28 anzuelos. Los días que llovía cogíamos caracoles y pescábamos anguilas; y en el muelle viejo poníamos llençes y cogíamos meros de medio kilo. Cada día, dos o tres. Las anguilas las vendíamos y nuestra mejor clienta era Catalina Mestre, que tenía una tienda de verduras y hacía arroz con anguilas. Yo nunca lo comí porque no me apetecía. Nos dedicamos a la pesca durante tres años.

¿Qué opina de la evolución que ha experimentado la bahía?

Yo siempre digo que Dios nos dio una bahía preciosa, tal vez la más bonita del Mediterráneo, pero los humanos y los elementos nos hemos ocupado de destruirla. La bahía actual ha sufrido muchos intentos de agredirla. Recuerdo, por ejemplo, un proyecto presentado por el Capitán Escartín, que aún debería de estar archivado en el Ayuntamiento de Sant Antoni, aunque probablemente esté traspapelado. Quería hacer un espigón que saliera de Sa Punta des Molí y construir un casino en mitad de la bahía. El proyecto estuvo a exposición pública y mi padre presentó un escrito explicando lo que podía representar llenar de hormigón toda la bahía. Por suerte lo entendieron y al final se paró.

Posteriormente vino el Sr. Cava de Llano y, en el rincón del puerto, junto a la carretera de Sant Josep, hizo un minigolf al lado de la desembocadura del torrente de Buscastell. Tras el minigolf instaló también una bolera, luego un bar y posteriormente una sala de fiestas, ganando terreno al mar y ocupando el rincón de Es Jonquet, donde antaño llevábamos las ovejas a pastorear. En el año 63 o 64 desapareció por un incendio. Se llamaba La Bolera, funcionaba muy bien y tenía una orquesta maravillosa. Muchos de sus músicos han vivido y fallecido aquí.

Entonces el mar llegaba a Sa Barandilla, la pared que se levantó para soportar el mar en la carretera de entrada al pueblo. En torno a 1900, delante del Ayuntamiento, se había hecho un relleno que se llamaba la draga de Sant Agustí y que comenzaba delante de la calle Sant Vicent e iba hasta el muelle viejo, donde los pescadores secaban las redes y los tunaires.

El espigón del puerto comenzó a construirse en los años 50 y lo hacía una compañía madrileña llamada Cuesta y Cano. Arrendaron el Puig d’en Bassora y comenzaron a extraer piedra. Como en la cantera generaban una gran cantidad de mecanxa (escombros de piedra y tierra) y no sabían donde tirarla, a alguien se le ocurrió hacer otro relleno frente al Ayuntamiento y así surgió el primer Passeig de ses Fonts, que luego se llenó de pimientos silvestres. El paseo se hizo en tiempos del alcalde Masiana. Estos rellenos se extendieron por una superficie de unos 10.000 metros cuadrados, desde el Bar Escandell hasta la carretera de Sant Josep. Posteriormente vino el desmadre de la construcción de los hoteles y todos hicieron un emisario, como el Palmira, el Arenal, el Savines o el Bahía. Cada uno se adentraba en el mar 50 o 60 metros.

Y comenzaron los vertidos…

Como es lógico, toda la materia fecal se evacuaba a la bahía, sin depurar. Todo esto provocó que el mar se ensuciara tanto que murió todo: las algas, las ortigas y todos los alevines de peces que se criaban aquí. Cuando yo era pequeño íbamos a hacer gambas con un gambaner (gambero) y cada vez arrastrábamos un montón de alevines de dentón, mero… Era un criadero de pescado increíble y desapareció todo; hasta las almejas, los cangrejos, las gambas… No quedó nada y esta infección duró al menos diez años.

Cuando entra Alfonso Oya como alcalde, se empieza a hablar de la compañía Vegarada y comienzan a tirar tuberías por toda la isla para suministrar agua. El propio Oya decía que después de los fenicios, la obra de Vegarada era la más grande que se había hecho nunca en Ibiza. Creía tanto en ello que hizo la depuradora a 80 metros de su chalet, donde vivía su familia. De hecho, en Sant Antoni se hizo la primera depuradora de Balears y en principio funcionó muy bien, pero como el mantenimiento era cero y comenzaron a quemarse motores, acabó siendo un calvario, con olores pestilentes.

Sin embargo, la peor parte siempre se la ha llevado la bahía. Se hizo una estación de bombeo delante el hotel Sant Antoni y de ahí otra delante del muelle viejo. De Ses Coves Blanques salía un tubo de unos cuarenta metros. Hoy todavía existe y ejerce como emisario de estas estaciones de bombeo. También hay un aliviadero situado delante del hotel Sant Antoni, que desemboca en el rincón donde atracan los barcos de las excursiones marítimas. Uno de los grandes problemas de la bahía es que la corriente entra por el sur y lleva toda la suciedad y arena hacia el rincón del puerto de Sant Antoni.

En cuanto a los rellenos que ganaban terreno al mar, se siguieron produciendo. A continuación del que hizo Cuesta y Cano, se construyó la doble carretera que hay de entrada y va hasta el muro. El antiguo varadero y todas las rocas quedaron cubiertas. Con posterioridad, se ganaron otros 8 o 9 metros más al mar, hasta la zona donde se ubica el club náutico.

En los años 60 los barcos de mercancías ya llegaban al puerto e incluso se instaló una grúa en el martillo, donde comenzaron a amontonarse los contenedores, que eran de la compañía Iscomar. Luego llegaron más navieras y Flebasa comenzó con los barcos de pasajeros. Otra vez se decide rellenar parte de la bahía y, yo creo que equivocadamente, se hace la estación marítima. El día en que se puso la primera piedra me dirigí a la consellera y al alcalde, y les dije que no podía felicitarles porque aquello representaba un estropicio para la bahía. La estación tendría que haberse construido bajo Ses Coves Blanques y ahora tenemos un mamotreto que no sirve para nada. Nunca se le ha dado verdadera utilidad.

En 1961 o 1962 también visitó Sant Antoni el gobernador civil José Hellín Sol, que ordenó que se hiciera una estación de bombeo en la playa de Es Pouet e incluso se instalaran tuberías modernas de color negro y se hicieran otras estaciones de bombeo hasta Punta Pinet. El presupuesto era de 190.000 pesetas. Lo increíble es que aquella instalación no ha funcionado bien un solo día. Casi todas las obras públicas son así. Es muy difícil que encontrar una con la que se haya acertado. En estas mismas fechas, desde el hotel Bahía y el Savines, cuyos propietarios eran concejales, se instalaron sendas tuberías que conducían las aguas sucias a la estación de bombeo del futuro paseo. Cuando se hizo el nuevo paseo, se renovó esta conducción. El único hotel de aquella época que nunca ha tenido emisario es el Bellamar (1969), porque al abrir ya existía esta tubería y ya se bombeaba directamente para que las aguas residuales fueran directamente a la depuradora. En cualquier caso, como la depuradora no funcionaba bien, las aguas fecales acababan vertiéndose al mar a través del emisario de Coves Blanques.

Más tarde hubo otros grandes proyectos urbanísticos, como por ejemplo cuando Pepe Musona compró Sa Punta des Molí y pretendía construir un edificio de 22 pisos y otro de 14, incluso con helipuerto. Otra curiosidad es que el alcalde Mariano Masiana pretendía coinvertir la fuente de agua dulce que hay en mitad de la bahía en un chorro como el Jet d’Eau de Ginebra. Habría sido un gran atractivo, aunque fuera de agua salada. Por supuesto, tuvo partidarios y detractores. También una compañía suiza quiso hacer un puerto deportivo en Sa Punta des Molí, ya en tiempos de la democracia, aunque les fue denegado.

Y así podemos llegar hasta hoy, donde nos encontramos con que ese proyecto que inició José Hellín, con múltiples estaciones de bombeo que llegan hasta Es Caló de S’Oli y que está totalmente caduco y pierde por muchos lugares. Es muy difícil mantener los motores para que funcionen siempre y como es lógico cada depósito tiene un emisario de emergencia. Es una instalación imposible de eliminar y no queda más remedio que asumirla. Se tendría que hacer toda la instalación nueva y para eso se necesita un capital difícil de reunir.

Al final, a Es Caló de S’Oli también van a parar las aguas residuales de Port des Torrent y de ahí a la depuradora. Todos los años, la instalación, a la altura del Hotel Bergantín, revienta y la suciedad acaba en el mar por el torrente de S’Estanyol. En parte, esta tubería no funciona correctamente porque genera bolsas de aire, que es como si llenaras el interior de dinamita. En su momento le dije al Ayuntamiento de Sant Josep que tendrían que poner válvulas para que pudiera salir el aire, pero incluso con ellas resulta muy difícil que una instalación de estas características funcione bien. Hay que tener en cuenta que el desnivel con respecto a la depuradora es de 70 metros y eso implica una presión enorme. Además de esta tubería, hay otra que conduce las aguas depuradas otra vez al mar a través del emisario de Es Caló de S’Oli. Es la zona donde el Ayuntamiento de Sant Josep ha hecho otro edificio, que bajo mi punto de vista tampoco sirve para nada.

El emisario es uno de los grandes culpables de los vertidos que hoy ensucian la bahía. La corriente entra por Sa Conillera, va costa a costa y arrastra todo lo que encuentra a su paso hacia el interior. Incluso si se vierte arena en la costa, ésta acaba dentro. El emisario ha sufrido accidentes muy graves, como el sucedido en el año 90 o 91, cuando reventó y toda la bahía quedó de color miel, por decirlo suavemente. De todo aquello hay varios escritos que hice y dirigí a los alcaldes de Sant Josep y Sant Antoni, y también al presidente del Consell. Nunca recibí respuesta de nadie. El emisario reventó porque a través de él llega agua dulce y eso atrae a los caracolillos, que crían y tapan las salidas. Como el agua cae desde la depuradora con un desnivel de 70 metros, la presión es inmensa. Hoy este emisario vuelve a estar completamente reventado, pese a que parece que nadie lo quiere decir. Habría que cambiarlo entero, hacer uno con más caudal y además acometer otra depuradora en la zona de Port des Torrent porque sino este desastre no tiene remedio. Cuando estamos en plena temporada, salvo este año que es de desgracia, dicha infraestructura no da abasto.

La bahía de Sant Antoni en los años 50, fotografiada desde la playa de Es Pouet

Usted, además de empresario hotelero, fue el primer alcalde de la democracia…

Sí, alcalde en la primera legislatura. Me acuerdo mucho de aquella época porque entramos en un ayuntamiento que se llevaba a la antigua e intentamos modernizarlo y poner orden en algunas cosas. Conseguimos hacer mucho con un presupuesto irrisorio. El primero era de 82.000 pesetas y cuando me fui lo habíamos subido a 202.000. Con él pudimos hacer cosas que eran muy necesarias, como por ejemplo la Casa de Cultura, que no pudo ejercer como tal porque de pronto nos encontramos con 300 niños llegados de la península, hijos de trabajadores, que había que colocar porque no tenían escuela. El crecimiento demográfico, en aquellos años, fue muy rápido. Lo primero que dijeron estos últimos gobernantes fue que la tumbarían, crecerían y harían virguerías. Creo que estas manifestaciones fueron demasiado prematuras y triunfalistas porque aún no conocían qué es un ayuntamiento. Administrar y hacer el gusto a todo el mundo es una tarea imposible.

¿Cómo debería ser la bahía del futuro?

Yo lo único que pido es que en la bahía no se hagan cosas raras. Todo es cuestión de limpieza y cabe incorporar poco más. La bahía está excesivamente empleada y no veo que existan soluciones nuevas. Los remedios son viejos pero no los hemos sabido hacer ni mantener. No soy demasiado optimista. Me gustaría ver que se dedica más energía a arreglar las cosas. Si todo lo que ya hay ahora se arreglara y funcionara bien, no reconoceríamos la bahía de lo bien que estaría.